La verdadera historia de Barney...

Barney, el dinosaurio morado, a pesar de su apariencia felpuda y su comportamiento antinatural, es un ser humano, o lo era antes de que ocurriera la tragedia...

Transcurría el año 1980, cuando Steven McGuillan, desempleado, aceptó un trabajo como sujeto de laboratorio en unas megainstalaciones secretas en nuevo México. La paga era buena y sólo tenía que permanecer desnudo en la sala de radiología del laboratorio, mientras personas con trajes como de astronauta pasaban toda clase de aparatos por su cuerpo. Estas condiciones laborales llevarían a Steven a redefinir su orientación sexual y a obtener por esa via ingresos adicionales (llegó a ser amante del 60% de los porteros de las megainstalaciones).

Lamentablemente, Steven participaba en experimentos con radiación subprotónica, y al cabo de unos meses los testiculos se le encogieron y quedó esteril. Sus amantes lo rechazaron y perdió su puesto en el ala de radiología por un triángulo amoroso (que incluía al portero del laboratorio y al director del ala en cuestión). Además había contraido una serie de venereas por practicar la sodomia con condones remanufacturados. Rechazado, Steven se vio obligado a aceptar un puesto en la sección de investigación genética. Así fue como las cosas empeoraron...

Al cabo de dos meses los mutágenos que le inyectaban tornaron amarillenta la piel de Steven y su peso corporal alcanzó las 300 libras. Angustiado, salía a trotar todas la mañanas con la esperanza de recuperar su peso normal (180 libras), pero lo único que logró fue que su piel se tornara morada (uno de los mutagenos que le inyectaban inhibia la producción de melanina y dejaba su piel sin protección frente al sol). Deprimido, Steven se resignó a morir en uno de los experimentos. Pero el destino es cruel y sus caderas siguieron ensanchandose, mientras su cara entera se hinchaba progresivamente (hasta fijar sus labios en una sonrisa francamente estúpida).

Steven se volvió adicto a la heroína, la gasolina y al helio disuelto en cocacola. Su voz se tornó chillona. Entrentando, la gasolina afectó su sistema circulatorio al punto de agravar un problema de hipertiroidismo que creia controlado desde la adolescencia. Con mayor presión sanguinea, los ojos de Steven se tornaron saltones, y sus pupilas permanecíeron dilatadas como consecuencia de un estado alucinatorio perpetuo. Comenzó a llamar "amiguitos" a todos los que le rodeaban y a usar diminutivos profusamente. También cantaba sin parar "te quiero yo y tu a mi...". "El destino no podría haber sido mas cruel con Steven, verdad?" Eso comentaban quienes aguantaban las lagrimas (y la risa) al verlo arrastrarse torpemente por los pasillos de las megainstalaciones. Pero el destino, mis amigos, es infinitamente cruel con los desgraciados como Steven.

A Steven lo pensionaron con 45 años, pues era incapaz de permanecer lúcido. En su casa de retiro en Texas, viviendo con dos enfermeras de tiempo completo, Steven se convirtió en el fenómeno del estado. Ocupó varias portadas del Inquisidor Nacional y lo entrevistó (o eso intentó) Larry King. Ahí fue cuando el director de una megacadena televisiva lo vio por primera vez: al notar que su hija pequeña reía mientras los adultos que observaban la misma imagen se afligian, identificó una oportunidad. Crearía al personaje más patético de la televisión, uno que les gustara solo a los infantes, para poder transmitir a traves de rondas estúpidas mensajes comerciales subliminales, y controlar así el mercado de juguetes. Bastó con agregarle una cola de espuma a Steven (ahora apodado Barney) y pagarle con una lata de batido de carne cada mes... Berney, el fenómeno, llegó a ser todo un fenómeno de masas entre los incautos niños. Asi también fue como Barney llegó a ser pedófilo, pero esa es otra historia.